martes, marzo 31, 2009

Falta de comunicación.


Claudio se levantó de la cama como todas las mañanas, fué a hacer pis, se lavó la cara con agua fría, fué a la cocina y enchufó la cafetera.

A continuación se metió en la ducha, salió, se secó, se repasó la barba, se peinó y se vistió. Llegado ese momento, la cafetera ya había terminado su función, por lo que fué a la cocina y se sirvió un café cortado, como cada día. Lo bebió despacito para no quemarse la lengua, soltó la taza en el fregadero.
Fué hasta la entrada de su casa, cogió su abrigo de la percha, se lo puso y salió de su casa, camino de la parada del Bus.

Al llegar a la oficina, se extrañó y alegró de ser el primero. Orgulloso abrió la cancela con su llave y entró en el recinto vacío. Encendió las luces, y se dirigió a su mesa. Conectó su ordenador y mientras se ponía en marcha, se fué al office a enchufar la máquina de café.

Qué raro, nadie llegaba, qué pasaba ese día?. El tiempo iba pasando; el reloj marcando los segundos, los minutos...
Se sirvió el tercer café y se lo llevó hasta su mesa para tomarlo allí mientras miraba el correo del día. Miró antes su reloj de pulsera, lo comparó con el enorme reloj de la pared: Eran ya las ocho y media y no llegaba nadie. Miró por la ventana: La calle le pareció estar más tranquila de lo habitual. Empezó a sentir una extraña sensación, como de estar en un sueño.
Descolgó el teléfono y llamó a su mujer, que a esas horas estaría en casa:
-"Marta, llevo casi una hora en la oficina y no llega nadie, ¿qué piensas que puede pasar?.
-"A ver Claudio, Ayer Domingo, ¿tú cambiaste la hora de los relojes?
-"Sí,claro".
-"De todos?"
-"Que sí, que sí!".
-"Pues yo también: caso resuelto. Querido, me vuelvo a dormir: "click".

miércoles, marzo 04, 2009

FaceBoomerang


Y de pronto, a los cuarenta años, se registró en una red de internet para no perder el contacto con sus compañeros de los cursos que había estudiado en el extranjero. Al principio le pareció hasta divertido.
Y empezaron a aparecer antiguos conocidos que la buscaban por su nombre.
Y observó que hay en el mundo unas cien mujeres llamadas como ella, con nombre y apellidos.
Y también descubrió con espanto que estaba siendo encontrada por su pasado, ese que de vez en cuando añoraba con nostalgia; pero también estaba siendo encontrada por el que había querido olvidar.
Hasta que una noche, horrorizada ante la aparición de ex-pretendientes indeseables, ex-condiscípulas del colegio de monjas y demasiados ex-elementos para su cuerpo serrano, decidió pulsar un botón, el llamado "supr".
Porque el pasado es un boomerang que a veces vuelve directamente para metérsenos en un ojo.