lunes, abril 06, 2009

Domingos de Ramos.

Domingo de Ramos de hace unos dos mil años:
Un grupo de eufóricos simpatizantes entran en Jerusalén, guiando al Hijo del Carpintero, en pos de cumplir las profecías...
Domingo de Ramos del año 2009:
Servidora e hija, contemplan la ópera rock "Jesucristo Superstar" en el Gran Teatro de Córdoba. La representación, impecable, provoca en mi querida hija, una serie de incógnitas, que en voz muy bajita, le voy desvelando al oído;
"¿Pero ese quien es, Judas?",
"No, es Simón, Judas es el otro, el que va vestido de negro",
"Ah", "Y cuando tú eras "jóven", ¿qué papel hiciste?.
"mmm, ninguno...,bueno, era parte del "cuerpo de baile".
"De baile, ¿Tuuuú???.
"No te sorprendas tanto,niña, que este cuerpo también formó parte de un todo que bailaba". Y YO SOY JOVEN!.
Entonces, la memoria me lleva a:
Domingo de Ramos del año mil novecientos ochenta y tantos, (Que no quiero pensar cuantos años hace realmente):
El grupo de teatro aficionado del Liceo del Círculo de la Amistad, se dispone a estrenar la ópera rock "Jesucristo Superstar". Hace calor, o tal vez nosotros tenemos calor, aunque en los ensayos, pese a tanto salto y voltereta, hemos llegado a sentir frío en ese escenario de más de cien años de antigüedad, y de más de cien años de funcionar sin apenas reparaciones o actualizaciones. Al bailar hay que tener cuidadín con las astillas de las tablas del suelo. Eso sí, suenan de maravilla...
La gente está nerviosa, bueno, algunos, yo no, pero llega el director, hecho un basilisco: Falta menos de una hora para el estreno y los que tienen que hacer de leprosos en una escena se han presentado borrachos, la horca de mentirijillas no funciona, y la corona de espinas que nadie ha probado antes del ensayo general, pincha de verdad. Para colmo las capas de los sacerdotes de la sinagoga están sin planchar.
Pero todo problema tiene su remedio:
Judas se ofrece a ahorcarse con su propio cinturón, con lo cual la escena queda muy original: Judas canta a grito pelado en su ofuscación, hasta que llegando al límite, se quita el cinto, se lo envuelve al cuello y saca la lengua, así en plan tío que se está ahorcando a sí mismo y cae al suelo. Entre bambalinas, (sólo entre bambalinas), se escuchan risas.
En cuanto a los leprosos, los mismos bailarines les envolvemos en papel higiénico y les tiznamos las ropas para darles pintas de leprosos, leprosos borrachos, bueno, pero leprosos al fin y al cabo. Resulta que así medio beodos se arrastran y gimen con más realismo y la escena queda guay del paraguay.
En cuanto a la corona de espinas, como el mismo director es el que hace el papel de Jesucristo, se las apaña como puede para aleccionar al actor que se la tiene que poner para que no se la encaje con la misma fuerza que en el ensayo, o la sangre de su frente no será precisamente de bote.
Las capas me toca plancharlas a mí por bocazas: Preguntan quién sabe planchar y yo levanto la mano :S. En fin, otro problema resuelto.
Otros chicos y yo, miramos al público que ha venido al teatro, a través de los descosidos que pillamos entre las rendijas del telón. Veo a mis padres sentados en una de las primeras filas. Ese es el momento en que empiezo a sentir latir mi corazón, en mis sienes. Vamos que me da el ataque, pero no me dura mucho, no me da tiempo porque sin darme cuenta está sonando la overtura y alguien me coloca en las manos unas cuantas hojas de palma que cantando y bailando entre el público, vamos repartiendo como parte de la escena. No hay borriquilla: Jesús entra a hombros en Jerusalén...
Yo ya me he clavado en la rodilla la primera astilla de madera de la noche, pero me doy cuenta mucho después...
(No, de aquel evento no tengo fotos, ni del grupo de teatro, pero recuerdo a algunos de ellos, esas cosas parece que no se olvidan :)