
En mi familia, de toda la vida, hemos sido muy aficionados a poner cartelitos y a dejar notitas.
Mi madre nos dejaba encima del motón de ropa en nuestro cuarto uno que solía decir: "No estoy colgada". Si la cosa pasaba ya de castaño oscuro, el mensaje era más persuasivo: "Si yo no entro, tú no sales". ( Para quien no lo haya entendido: La ropa debía entrar al armario si su propietaria quería salir a al calle). Si era demasiado tarde una noche en que habíamos salido y no habíamos regresado aún a la hora prevista, al llegar, podríamos encontrarnos un cartel que podía decir, si el castigo era suave: "Creo que mañana vas a estar demasiado cansada para volver a salir", y si era castigo "nivel-2", la "condena" se podía endurecer con algo como : "Mañana hablaremos". El "Mañana hablaremos" de un progenitor, dicho un viernes o sábado de madrugada, es equiparable al "Tenemos que hablar" que cuando lo dice tu pareja, te pone en guardia ipso-facto.
Pero mis carteles favoritos, los que siguen siendo "El aroma de mi hogar", ahora que ya no vivo en la casa familiar, son los del tipo: "comunicado al personal", como el de estos huevos, que desde mi nevera me advierten su estado, y cómo no, los que mi hija me va dejando por la casa, o los corazoncitos de colores que pinta y recorta para pegarlos con celo en la pantalla de mi ordenador , la nevera, o el espejo del cuarto de baño.
De casta le viene al galgo, dicen :) .